La investigación en la primera mitad del pasado siglo se centró en
identificar cuáles eran los rasgos (físicos, de personalidad, de
capacidad personal) que definen al líder y trató de relacionar éstos con
la eficacia del mismo. Progresivamente, el foco de atención se desplaza
a las conductas, lo que origina las denominadas
teorías de estilo y conducta, cuyo supuesto básico es que los miembros de una organización serán más
eficaces con líderes que utilicen un estilo particular de liderazgo. A ese foco en conductas le sigue la
preocupación por los contextos, es decir, por la influencia que ejercen sobre las conductas y los estilos de
liderazgo las coordenadas contextuales en las que se desempeña el trabajo (teorías de contingencia y
situacionales)